Querida familia Parroquial, feliz y Santo año nuevo.

Seguimos nuestra andadura en nuestro camino de Santidad y para ello os traemos una nueva lectura que es uno de los grandes clásicos de la espiritualidad contemporánea. “El poder oculto de la amabilidad (Rialp, 2014), de Lawrence G. Lovasik.

Este sacerdote, fallecido en 1986, hijo de padres es-lovacos y el mayor de ocho hermanos, trabajó como misionero durante décadas en las rudas zonas industriales del carbón y el acero de Norteamérica. Esta experiencia le sirvió para comprobar la capacidad que tiene una persona amable para regenerar un entorno hostil y devolver constantemente a Dios, las almas extraviadas”.

Para Lovasik, la amabilidad resulta contagiosa: “Las acciones amables no acaban en ellas mismas: unas llevan a otras. El buen ejemplo cunde”, dice. Tanto en el hogar como en los ambientes cercanos o en el trabajo, “la gente que reciba tu amabilidad, si ya era amable antes, aprende a serlo todavía más, y si no lo era, aprende de ti a serlo”. “Después de la gracia de Dios, nuestra amabilidad es el mayor regalo para el prójimo”.

Muy alejada de la hipocresía o la debilidad, la amabilidad va de la mano de la cortesía, la empatía y el carácter firme. Cuando nos cuesta ser amables es porque nuestro egoísmo nos hace pensar que no “todo el mundo se merece nuestra amabilidad”. Incluso puede que descuidemos a los que más queremos y seamos educados con quienes menos nos importan.

Según Lovasik , la mayoría de las veces basta un esfuerzo muy pequeño para conseguir efectos potentes y duraderos: “Las personas no suelen fijarse en tu esfuerzo por hacer algo por ellas. Solo perciben tu amabilidad. Lo que importa no es tanto lo que haces, sino cómo lo haces. Una acción amable dura mucho tiempo. Es difícil que los años logren enterrar la dulzura de un gesto amable”, afirma en su obra.

Lovasik nos anima a todos, y especialmente a los padres, a “inscribirnos” en “el club de la amabilidad”, que tiene seis reglas muy sencillas:

Tres Debes :

  1. Hablarle amablemente a alguien al menos una vez al día.
  2. Pensar algo amable de alguien al menos una vez al día.
  3. Tener un gesto amable con alguien al menos una vez al día.

Y Tres No debes:

  1. Hablar mal de nadie.
  2. Hablar mal a nadie.
  3. Portarte mal con nadie.

¿Y cuando patinamos en nuestro intento? También hemos de ser amables e indulgentes con nosotros mismos, recuerda Lovasik. Y da tres consejos para enmendar la situación (y a nosotros mismos):

  1. Haz un breve acto de contrición, como ‘Perdón, Señor’.
  2. En caso necesario, discúlpate.
  3. Di una breve oración por la persona con la que has sido antipático”.

La amabilidad es uno de los mejores regalos de Dios al Mundo,  seamos instrumentos de dicho regalo y en nuestra cotidianidad seamos amables y sonrientes con los que nos rodean “aunque creamos que no se lo merecen”. Sin saberlo estamos santificando nuestro día a día y lo que es màs importante, contagiando dicha Santidad a nuestro Mundo que  muchas veces se encuentra sumido en la oscuridad.