Querida Parroquia, llegados al final de curso, damos gracias a Dios por este curso que finaliza, en el cual su Palabra ha sido “lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro sendero” (Salmo 118, 105).

Hoy os queremos recomendar una breve catequesis que esperamos os ayude como preparación para la gran fiesta litúrgica de Pentecostés, en donde los cristianos tenemos la oportunidad de vivir intensamente la relación entre la Resurrección de Cristo, su Ascensión y la venida del Espíritu Santo.

Espíritu Santo que estuvo presente durante el nacimiento de la Iglesia y además está presente entre cada uno de nosotros impulsándonos a ser testigos de Cristo en medio de la realidad que nos ha correspondido vivir.

Este pequeño libro nos introduce con un bello ejemplo la diferencia existente entre las virtudes y los dones del Espíritu Santo. Las virtudes son a los dones, lo que los remos son a las velas del barco. Remar supone un esfuerzo, como lo es el desarrollo de nuestras virtudes, pero cuando el Espíritu Santo “sopla” sus dones, la barca se desliza suavemente por la fuerza del viento en las velas. Las capacidades humanas ejercitadas a través de las virtudes, aunque muy necesarias, no son suficientes para ser plenamente dóciles y confiados a la voluntad de Dios. Por lo tanto, la plenitud de las virtudes cristianas llegará solo si los dones del Espíritu Santo las perfeccionan.

Estos dones antes de ser recibidos por nosotros, han sido recibidos en plenitud en Jesucristo tal y como nos enseña la Sagrada Escritura y por ello tenemos la gracia de poder participar de ellos.

Los dones que actúan en la razón son el don de entendimiento, de sabiduría, de ciencia y de consejo, y los que inciden en la voluntad son el don de piedad, de fortaleza y de temor de Dios.

Os animamos a leer y a profundizar en los dones que el Espíritu Santo está deseando derramar en nosotros, aprendiendo cuales son los efectos de cada uno de ellos, así como sus vicios opuestos a evitar y los medios concretos que pueden ayudarnos a disponernos para dicho don.

No olvidemos que estos dones son el camino necesario para que se den en nosotros los frutos del Espíritu Santo. Concluimos tal y como lo hace el autor, transcribiendo lo mencionado al respecto en el punto 1832 del Catecismo de la Iglesia Católica:

“Los frutos del Espíritu Santo son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad” (C.I.C 1832)

Oramos para que el Espíritu Santo derrame sobre nosotros sus dones y podamos dar Gloria a Dios a través de sus frutos, en este mundo que tanto lo necesita.