Querida familia Parroquial, hoy os queremos proponer un libro que no nos dejara indiferentes.

“¿Quién soy yo para juzgar?” es un libro escrito por Edward Sri, Doctor en Teología por la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino de Roma, norteamericano, padre de familia numerosa, colaborador de Eternal Word Television Network, profesor del Augustine Institute en Denver, autor de más de una docena de libros y conferenciante, de hecho, si tenéis oportunidad os recomendamos escuchar algunas de sus charlas tan enriquecedoras.

Tener clara nuestra identidad como cristianos en el mundo y al mismo tiempo tener apertura de mente y corazón para amar a cualquier persona, sin caer en el relativismo, no es fácil.

Como pecadores que somos, estamos tentados por el mundo; y tal y como decía el Papa Francisco, una de las tentaciones en la que nos vemos inmersos es el deslumbramiento que nos produce el relativismo, ya que éste oculta el esplendor de la verdad y nos lleva a las arenas movedizas de la confusión.

“Bajo la superficie cambiante hay muchas cosas permanentes que tienen su fundamento en Cristo, quien existe ayer, hoy y siempre” (Gaudium et spes,10;cf. Hb13,8). Es el relativismo práctico del día a día el que, de manera casi imperceptible, debilita nuestro sentido de identidad, y por temor a ofender, hace que nunca hablemos con nuestros familiares o amigos de los asuntos que más importan en nuestra vida y que son a su vez los tesoros más hermosos de nuestra Fe- ¿Quién es Dios? ¿Qué es el amor? ¿Qué es el matrimonio?

Este libro breve y sencillo pretende elevarnos por encima de la opinión general y del “todo vale”.

Todo corazón fue creado para amar, ya que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, y El es amor. Si deseamos crear una familia y unas relaciones sólidas y amar a los demás sinceramente, necesitamos algo que va más allá de la tolerancia que se llama virtud. Definida por el CIC como “la disposición habitual de hacer el bien”, para llegar a ser personas virtuosas hemos de intentar “hacer el bien de forma fácil, con dominio y gozo”.

Hoy en día se nos prepara para los trabajos más cualificados:  nadie se operaria de apendicitis por una persona no cualificada como cirujano, pero sin embargo muchas veces empezamos nuestras relaciones afectivas sin preguntarnos si esa persona posee la virtud-habilidad precisa para vivir bien esa relación: ¿es honesta, fiel, paciente, generosa, prudente? Estas virtudes hemos de trabajarlas siempre a la luz de la gracia de Dios.

La concepción actual de la libertad es aquella que nos hace esclavos de nuestros propios intereses.

Pero solo desde la virtud seremos libres, concibiendo la libertad como la entrega por amor a los demás. Esa entrega y libertad enriquecerá profundamente nuestra vida y nos colmará de alegría y felicidad.

¿Y que guía tenemos para encaminar nuestra vida hacia la felicidad? La Ley Moral es el manual de instrucciones que Dios, Rey Bueno y que nos ama con locura, nos ha dado para alcanzar nuestro gozo.

La ley moral no es un obstáculo, como muchas veces ha sido concebida por el relativismo.

Y para responder ante el relativismo preponderante, el autor nos da 7 claves sencillas:

  1. La misericordia.
  2. Aprender el sentido de nuestras vidas, y saber que todas nuestras decisiones influyen sobre los que nos rodean.
  3. Ser capaces de irradiar nuestra confianza en la Ley moral, “antorcha en mi camino y lámpara para mis pies”.
  4. No ser indiferentes y mostrar a nuestros hermanos relativistas que hay un camino mejor, todo iluminado desde el amor, la delicadeza y la humildad.
  5. El relativismo no es una postura neutra e imparcial. Es una forma de entender el mundo y no debemos permitir que nos la impongan.
  6. El relativismo no ha de ser utilizado para ocultar un pecado propio, utilizarlo con ese fin nunca nos proporcionará paz.
  7. Y SIEMPRE Amar a los demás como lo haría el mismo Jesucristo “Ama Tú en mi”

Espero que disfrutéis con esta lectura y encontréis una gran luz para defender nuestra identidad cristiana dentro de un mundo secularizado donde el relativismo impregna nuestra cotidianidad.