Meditaciones sobre la Fé

(Padre Tadeusz Dajczer)

Hoy queremos recomendaros la lectura de un libro que nos ayude a aumentar los frutos de santidad en la Iglesia, tal y como decía Mons. Antonio Cañizares Llovera.

Este libro clásico, pero de gran actualidad, fue escrito por el Padre Tadeusz Dajczer

(Varsovia 1931-Warszawa 2009), fundador del Movimiento de las Familias de Nazaret, implantado en España y extendido en más de 10 países. Fue doctor en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma y profesor en la Facultad de Teología de Varsovia.

Se trata de un libro de lectura sencilla y profunda, que se encuentra dividido en tres partes.

En la primera parte se nos intenta explicar la fe, desde la experiencia de la vida de Dios en nosotros, que nos permite vernos a nosotros mismos y a lo que nos rodea, con los ojos del Señor.

Para ello hemos de partir del punto de que cualquier cosa que nos suceda en la vida, está relacionada con la gracia, y que incluso nuestras derrotas son talentos que Dios nos regala; la pregunta es si sabemos aprovechar dichos talentos para nuestra conversión y acercamiento a Dios.

Para este acercamiento será necesario desprendernos de nuestros apegos, y aceptar la voluntad de Dios de forma humilde y no como una disposición personal, porque solo así podremos demostrar una autentica adhesión a Cristo y llegar a la madurez de la Fe, que es un total abandono de nosotros mismos.

¿Y cómo es esto posible con nuestra debilidad humana? Pues ahí esta la clave. Dios, al acercarse al hombre, lo debilita, ya sea física, psíquica o espiritualmente. Y lo hace para poder habitar con su poder, porque cuando estamos débiles no podemos confiar en nosotros mismos, y es cuando surge la oportunidad de querer apoyarnos en Él y ser pobres de espíritu. Y esta pobreza de espíritu tiene su modelo en la vida de Jesús, especialmente en tres momentos de la misma: en Belén, en el Calvario y en el Santísimo Sacramento.

En la segunda parte, se nos cuestiona el dinamismo de nuestra fe. ¿Nuestra Fe aumenta, disminuye o se encuentra estancada?

Nuestra conversión es dinámica y es un proceso cambiante en todo cristiano. Si nos hemos apartado del Señor, siempre podremos regresar a El, independientemente de la separación alcanzada. Pero para ello es necesaria una actitud de humildad, y sabernos pecadores y débiles.

Para ello el Sacramento de la conversión es una gran oportunidad de crecimiento. En dicho sacramento, no hemos de tener una religiosidad egocéntrica, en la que la confesión sea para nosotros como una aspirina que calme nuestro dolor de conciencia y que permita recuperar nuestro estado de ánimo.

En cambio, nuestra religiosidad ha de ser teocéntrica, en donde la confesión sea un verdadero sentimiento de arrepentimiento por herir a Cristo y descubramos el océano de la Misericordia de Dios.

Examinemos pues, cómo son nuestras confesiones.

A veces esta conversión nos lleva a un radicalismo evangélico, pero hemos de saber que lo opuesto al radicalismo es la mediocridad. Todos estamos llamados a esta locura, que es la conversión plena.

¿Y qué puede impedir ser inundados por la misericordia infinita de Dios? Algo tan sencillo como nuestra seriedad o el hecho de creernos muy importantes. A este sentimiento de importancia se opone la virtud del humor.

El sentido del humor es una visión del mundo a través de la lente de lo absurdo, y es que el humor te permite combatir el veneno de la tristeza, que Satanás intenta verter en todo momento en nuestra alma.

Hemos de intentar burlarnos de nosotros mismos, revisar todo a la luz de la Fe, porque solo así podremos llegar a la conclusión de que todo lo que sucede a nuestro alrededor es sencillamente ridículo. Todo, con la excepción de Dios.

Pero nuestra conversión nunca será un camino de rosas, ya que nuestra fe será sometida a múltiples pruebas. Y para ayudarnos en dichas pruebas, contamos con el inestimable ejemplo de la vida de los Santos, que a pesar de que a veces nos sean mostrados como personajes de caramelo, fueron sometidos a situaciones de gran dificultad a lo largo de su vida terrenal. La simbólica travesía por el desierto, ellos ya la han vivido, y nos puede ayudar a que en nuestras tempestades no nos dejemos dominar por la precipitación, la intranquilidad y la angustia, y reine únicamente en nosotros la paz que fluye de la Fe.

En la tercera parte se nos explica cómo la Fe ha de ocupar la totalidad de nuestra vida, actualizándose al máximo con los Sacramentos:

El Bautismo de los fieles es un acontecimiento extraordinario para toda la Parroquia. La comunidad ha de acompañar al recién bautizado con su oración y actitud de Fe, ya que Dios obsequia no solo al recién bautizado con abundantes gracias, sino también a su comunidad, por ello es importante que todos recibamos este gran don de Dios con alegría y gratitud.

La confirmación permite una incorporación más perfecta al cuerpo místico de Cristo. Nos obsequia con un poder especial del Espíritu Santo, que nos obliga a difundir y defender la Fe, como verdaderos testigos de Cristo.

El fruto especial de la Confirmación es el don de la Fe madura, pero para que se nos conceda esta gracia, será necesaria no oponer resistencia a ella.

La Eucaristía es una manifestación de la locura de Cristo, del loco amor que tiene por los hombres. El tormento que se sufre cuando se espera a una persona, es un tormento a la medida del amor que se le tiene. Es el llamado ¨tormento de la espera¨.

Ese Tormento de la espera es el que Dios tiene por cada uno de nosotros en la Eucaristía.

La Fe en que Él desea encontrarse con nosotros nos protegerá de la rutina, una de las principales amenazas de la Fe.

Cuando descubramos todo esto, ya no podremos vivir sin la Eucaristía. Habrá en nosotros ansia de Eucaristía; un ardiente deseo de encontrarnos con Dios. Ya no habrá lugar para la rutina, y descubriremos nuestra gran necesidad de redención.

En nuestra relación personal con Cristo es indispensable el conocimiento de la Sagrada Escritura, ya que como decía San Jerónimo ¨El desconocimiento de la Sagrada Escritura es el desconocimiento de Cristo¨.

Así mismo desde la luz de la Fe, la oración ha de ser la ocupación más importante de nuestra jornada, oración que avanzará según avance también nuestro camino de Fe.

Y el resultado de la Fe es un amor, que ha de parecerse cada día más al amor de Dios. Para ello hemos de rogar a Dios para que sea El, el que ame en nosotros. Y sólo así iniciaremos la trasformación de un mundo cada vez más secularizado, iniciando la trasformación/conversión de nosotros mismos.

Dios quiere que nos santifiquemos, y que, a través de nuestra santificación, se vaya santificando nuestro ambiente, nuestros seres queridos, la Iglesia y el mundo.