EL MENSAJE DE LA NAVIDAD

Edith Stein

¨Nos inclinamos profundamente ante el testimonio de la vida y muerte de Edith Stein, hija extraordinaria de Israel, sor Teresa Benedicta de la Cruz; una personalidad que reúne en su rica vida una síntesis dramática de nuestro siglo. Síntesis de una historia llena de heridas que aún siguen doliendo hoy…; síntesis de la verdad plena del hombre, en un corazón que estuvo inquieto e insatisfecho hasta que encontró descanso en Dios¨. San Juan Pablo II.

Con estas palabras, San Juan Pablo II nos introduce en un libro cortito y profundo, cuya lectura recomendamos para estos días de Navidad. Aprenderemos un apunte biográfico de esta Santa de nuestro tiempo, que murió en las cámaras de gas de Auschwith, y cuyo ejemplo de vida puede ser luz para nuestra generación y las venideras, tan necesitadas de ¨santos de la puerta de al lado¨.

Para nuestra Santa, la Navidad y el Adviento son un cálido torrente de amor que se desborda sobre la tierra con semanas de anticipación, y para ello la Iglesia, como nuestra buena madre, nos prepara durante el Adviento con el inagotable manantial de la Santa Liturgia.

Pero tal y como vivimos en nuestros tiempos, el Misterio de la Encarnación y el misterio del mal permanecen estrechamente unidos, y así como sucedió hace 2020 años, hoy el Señor nos sigue hablando y nos coloca frente a la decisión entre la luz y las tinieblas. No sabemos dónde nos conduce el Niño Dios en la tierra, solo sabemos que a los que el Señor ama, les sucede todo para su bien.

Él vino para ser con nosotros un cuerpo místico, Él la cabeza y nosotros sus miembros, y con tan solo poner nuestras manos sobre el Niño Divino su vida divina llegará a nosotros.

Y si Dios vive en nosotros, nuestro amor al prójimo es la medida de nuestro amor a Dios, y para los cristianos nuestro ¨prójimo es todo aquel que necesita de nosotros¨. Mientras el amor natural busca apoderarse de las personas amadas y poseerlas, quien ama con amor divino quiere a los hombres para Dios y no para sí.

Llenos de ese amor divino, guardaremos sus mandamientos, no como una obligación, sino porque estaremos plenamente confiados a su voluntad y pondremos nuestras esperanzas y preocupaciones en sus manos, porque como un buen padre, solo Él sabe lo que nos conviene.

La naturaleza humana que el Niño Dios asumió le dio la posibilidad de padecer y morir, y su naturaleza divina le dio a la muerte y a su pasión una fuerza redentora. Y ésta es la razón por la que todos los Santos desean el sufrimiento, ya que de este modo los que están unidos a Cristo permanecen incluso inquebrantables en la experiencia del sufrimiento; ahí nuestra reflexión, sobre si realmente aceptamos formar parte del Cuerpo Místico.

¿Y cómo podemos permanecer en el Cuerpo Místico? Para ello el Niño Divino se ha convertido en nuestro Maestro.

Nuestra vida ha de ser una oración constante y en este caminar no estamos solos, Cristo al subir al cielo nos ha enviado su Espíritu. Espíritu que obra escondidamente en nosotros y cuyos frutos veremos en la eternidad.

Ha fundado su Iglesia, y ha reunido en ella a toda una comunidad de creyentes y Santos, que cuando flaqueamos nos ayudan con su fuerza de intercesión.

Pero como el Salvador sabe muy bien de nuestra debilidad, él viene en forma de Pan Vivo bajado del cielo, sustento duradero de nuestro cuerpo espiritual. Este Pan de vida despierta en nosotros un deseo de conocer al Señor más profundamente en la Sagrada Escritura y fortifica a su vez nuestro espíritu.

En ese pesebre se manifiesta la luz suave de la estrella de la esperanza, luz que sigue iluminando a nuestra Iglesia, en donde los Magos de Oriente son los representantes de todos los que buscan. Magos conducidos por la gracia que, sin pertenecer a nuestra Iglesia visible, poseen un deseo puro de alcanzar la Verdad. Y como Dios es la Verdad, se deja encontrar por todos aquellos que le buscan de corazón. Incluso para los que nos consideramos conocedores de Dios, Él quiere ser encontrado de una manera nueva y recibir nuestros dones:

EL ORO: como un corazón liberado de los bienes terrenales.

LA MIRRA: como la renuncia de toda felicidad de este mundo, a cambio de participar de la vida y sufrimientos de Cristo.

EL INCIENSO: como una aceptación de la VOLUNTAD de Dios.

¿Y qué le puedo regalar yo al Señor en mi humilde vida familiar, matrimonial o consagrada? Esa será nuestra tarea del nuevo año, todo ello encaminado a la Gloria de Dios y a nuestra Santificación.

FELIZ NAVIDAD.